Las escuelas y universidades no pueden ni deben ser cuarteles, pero tampoco pueden ser asambleas populares.
Curiosísima hipótesis según la cual es necesario democratizar la enseñanza:
Ha implosionado la noción jerárquica según la cual la educación es un proceso en donde hay superiores e inferiores, maestros y discípulos. Al implosionar esta idea que establece una idea de jerarquía basado en el raciocinio, en el merito en el conocimiento, en la trayectoria y no en la mera autoridad, se evoluciona rápidamente a una concepción según la cual es indispensable aplicar al proceso de enseñanza el concepto de de la democracia entendida como un debate permanente, como una horizontalidad que no distingue jerarquías y q no califica por conocimiento y trayectoria. ¡Terrible disparate!, que por supuesto prospera en una Argentina en donde la noción de orden fue aniquilada por la desaparición del sistema político y paso a convertirse interesadamente en símbolo de represión en sinónimo de dictadura en el equivalente de todo lo contrario a la democracia. Como si de lo que se tratara en una escuela es de asegurar el gobierno de todos para todos pasando por alto un pequeño detalle, pero fundamental, que en la vida estudiantil hay determinadas personas que tienen un bagaje de conocimientos, una preparación académica, un entrenamiento profesional que los autoriza a trasmitir a los demás es por eso que están en un lugar que no ocupa el resto, de lo contrario estaríamos en un caso de democracia sin sentido, una democracia precisamente epidérmica oportunista y mentirosa según la cual el estudiante puede saber o mandar mas que el docente.
Chicos de
Desde Mayo del ‘68 que no se puede hablar de moral. Se nos impuso el relativismo. La idea de que todo es igual: lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes.
Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta. Que las buenas maneras habían terminado. Que no había nada sagrado, nada admirable.
Los eslóganes de mayo del ‘68 en las paredes de
Movimientos, partidos y centros de estudiantes de izquierda que gozan del quilombo, por el quilombo en sí. Esa es la izquierda que desde mayo del ‘68 ha renunciado al mérito y al esfuerzo; que promueve el odio a la familia, a la sociedad y a la república.
Un disparate, una inversión de la carga de la prueba, una inversión de lo que es la apuesta de la educación...
-el Figaro-